viernes, 2 de julio de 2010

Cristo, Savia



Movido por el Espíritu, el salmista nos dice que el justo crecerá como una palmera, se alzará como cedro del Líbano (Sal 91, 13). Pero no en cualquier suelo, sino en la casa del Señor (Sal 91, 14 )

La casa del Señor es la Iglesia, columna y fundamento de la Verdad (1 Tim 3, 15) Por el Bautismo, nos planta el Espíritu en los atrios fértiles del Dios Vivo, en ese suelo nutriente que es su Cuerpo, para que crezcamos como palmeras que fructificarán aun en la senectud, y estarán llenos de savia y verdor (Sal 91, 15)
La vida del Señor es la Gracia, esa savia sobrenatural que nos alza como cedros del Líbanos, la fuerza que nos hace erguir la cabeza (Sal 3, 4 )

Movido por el Espíritu, el salmista nos dice que la persona lejana de Dios prospera como cedro frondoso, pero un cedro que se ve al pasar, pero no se ve al volver a pasar; tan pronto está como no está, lo buscamos y no lo encontramos (Sal 36, 35-36)

Nosotros, en Cristo, no seremos como esos árboles fantasmas que están y luego no están, como árboles que caminan sobre las tinieblas.
Seres eternos en su suelo, como palmeras de Gracia que enraízan en Él, nutriente perfecto de todo verdor, origen y fundamento de todo bien.
Y lo seremos plantados en ese suelo nutriente que es la Iglesia, sacramento universal y seguro de todo verdor.

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