jueves, 8 de julio de 2010

Cristo, Voz

No podemos quedarnos callados. Creí, y por eso hablé (Sal 115, 10) ¿En qué creímos? Creímos en cuanto la Iglesia nos enseña que el Señor nos reveló. Si no creímos todo, no creímos, sólo opinamos, y si opinamos no hablaremos de Cristo. La Gracia antecede a nuestra palabra. Creí significa acepté la voz del Señor, me inundó su Gracia, por eso hablé. Si no creemos todo, no hablamos todo, no transmitimos todo Cristo. Cada vez que anunciamos la verdad del Señor le hemos creído previamente.
Confiar en Cristo antece a todo hablar de Cristo.
Sabemos que somos de barro, que el mal nos tienta y nos empuja. Pero hemos de hablar de Cristo a un mundo en tinieblas, en que el ser humano consiente y accede a ser barro, y se gusta siendo barro, y no quiere revestirse de luz.
Si no creemos de antemano a Cristo, no podremos anunciar a Cristo; creerlo totalmente, como Él quiere. Y Él quiere que creamos siendo miembros vivos de su Cuerpo, donde su Voz se oye con nitidez. Es en la iglesia donde oímos la Voz total de Cristo vivo, allí le oímos litúrgicamente, allí le creemos porque le oímos sacramentalmente.
La Liturgia es Voz sacramental del Verbo.
Hemos de hablar de Cristo a un mundo en tinieblas.,pero sólo podremos pronunciar la voz de Cristo si le creemos totalmente. Si no creemos una sola coma de la verdad eclesial de su Voz, hablaremos con lengua mentirosa. Señor, libera mi alma de los labios inicuos y de la lengua mentirosa (Sal 119, 2)
Que todo cuanto anuncie de Ti, Señor, se corresponda con todo cuanto me dices en la Iglesia, Cuerpo vivo de tu Voz, y diga tu verdad completa, sin traba, sin mancha, sin merma. Tal como Tú me la dices por la Gracia que antecede a todo hablar.

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