sábado, 12 de junio de 2010

Cristo, Llamada



San Judas, en su Carta, se refiere a los cristianos como los que han sido llamados (Judas 1) De esta manera, habitual en la Escritura, se saludan los que Cristo ha llamado.

Este saludo nos evoca la esencia misma de la fe: no nos movemos hacia Cristo, es Cristo el que se mueve hacia nosotros solicitando nuestro movimiento hacia Él, que luego realizamos o no, según nuestra libertad, asimismo llamada por el Verbo a movilizarse.

Esta expresión, los llamados, (Rm 1, 6; 1 Cor 1, 24) posee la misma raíz que Iglesia.

La Iglesia unifica en un Cuerpo (no humano, no natural, sino divino, sobrenatural, el de Cristo) a los que Cristo llama de las tinieblas a su admirable Luz (1 P 2, 9).

Cristo nos llama y, al llamarnos nos llama como Cabeza a miembros de su Cuerpo. Nos llama en cuanto miembros de la Iglesia, que es arrancada de la tinieblas, y vive, por el Espíritu, en esa llamada diaria que escuchamos en la Liturgia. Pues toda Liturgia es escucha.

Cuando Cristo nos llama nos arranca de las tinieblas... si respondemos Fiat

Esta respuesta a Cristo es, ante todo, una respuesta eclesial. No podemos responder sí a Cristo de otra manera que eclesialmente, pues respondemos a una llamada de Cristo-Cabeza a sus miembros. Nuestro sí es una gracia y a la vez un movimientro libre movido por ella. Todo es Gracia.

En la misma carta de san Judas, el Espíritu nos habla de la gracia y a la vez de la libertad, como en acorde.

Cuando habla de esos impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios (Judas 4) habla tanto de la Gracia de Cristo como de la libertad humana movida por la Gracia. La Gracia de Dios convertida en libertinaje es la libertad humana que responde no a la llamada de Dios a través de la conciencia.

Todo es Gracia, nos enseña la Tradición, y muy especialmente San Agustín. Cuando respondemos sí a la llamada del Señor realizamos su Gracia, no la pervertimos en libertinaje, o lo que es lo mismo, libertad humana, demasiado humana, meramente humana.

San Judas presenta a esos impíos que pervertían la Gracia como hombres meramente naturales, que no tienen espíritu (Judas 19) Literalmente sería hombres psíquicos, es decir, hombres dominados por su subjetividad.

El hombre dominado por su subjetividad es aquel que hace de su yo mental, de su psique individual, criterio de autonomía moral. No refiere actos libres al criterio objetivo de la pura ley natural inserta en la conciencia por Dios. Sino a su opinión subjetiva. En este sentido dice San Judas que lo que conocen por instinto natural como las bestias irracionales, en eso se corrompen (Judas 10). Es decir: no conocen naturalmente como personas, sino que conocen naturalmente como seres irracionales, es decir, seres sin conciencia.

Dios Nuestro Señor ha insertado en nosotros un principio natural de conocimiento del bien que es la conciencia. Pero podemos, por la libertad sin Gracia, convertirlo en principio de corrupción al corromperlo por el libertinaje del entendimiento, por el libertinaje del psiquismo sin conciencia.

La subjetividad, la des-orientación del entendimiento hacia el norte objetivo poresente en la conciencia; la mera subjetividad, pues, nos hace conocer como bestias irracionales, no como personas.

Mientras el hombre sea esclavo de su subjetividad no podrá responder libremente a la llamada eclesial de Cristo. Hay que salir del ámbito de lo meramente mental.

La fe en Cristo no pertenece al ámbito de lo mental. Pertenece al mundo objetivo de la más objetiva de todas las objetividades: Cristo, el Objeto del Amor del Padre, nos llama a compartir su objetividad sobrenatural, que es la Gracia, independiente de manera absoluta de todo elemento psíquico.

La llamada de Cristo es una invitación 1º de nuestra conciencia, voz de Dios en la naturaleza, y 2ºde la Gracia, voz de Dios en la Iglesia.

Cuando san Judas habla de esos impíos que pervierten la Gracia de Cristo, y anuncia que mueren dos veces, se refiere a esta doble llamada, que apagan en su alma y perecen doblemente, (Judas 12).

Perecen en cuanto hombres que desobedecen la conciencia, y perecen en cuanto hombres que desobedecen la Gracia.

Respondamos siempre a la llamada de nuestra conciencia y honremos en nuestra naturaleza la voz de Dios Creador.
Respondamos siempre la llamada de la Gracia y honremos en nuestra alma la voz de Cristo, Redentor nuestro.

Laus Deo

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