sábado, 15 de mayo de 2010

Aquel camino

Aquel camino que tanto me gustaba recorrer del brazo de mi madre, ¡era tan hermoso! Ella me preguntaba siempre, recién andado: ¿adónde llevará? Nunca terminábamos de pasearlo, porque se hacía tarde y yo debía regresar al trabajo. La acompañaba del brazo a la parada del autobús, la besaba, y regresaba por otro camino, el que llevaba al colegio en que impartía clase. Pero aquel senderillo en flor, ¿adónde llevaría?

Los martes por la tarde comíamos juntos. Después de almorzar nos íbamos a dar un paseo por la avenida de palmeras, junto a la playa. Yo le preguntaba: ¿rezamos el Rosario? Ella se me cogía del brazo y paseábamos, y yo rezaba y ella contemplaba al mismo tiempo las barcas dormidas, la arena verde, las redes musgosas y sombrías, las aves plateadas y elegantes de la playa.

Al rato llegábamos al final del paseo, donde empezaba aquel camino de limoneros, magnolios y albaricoques. Y me preguntaba. ¿Adónde llevará este sendero?

Ya es tarde para atravesarlo, decía yo, y regresábamos. La acompañaba a la parada del autobús, y volvía al colegio.

Años después, cuando mi madre murió, volví a aquel sendero. ¿Adónde llevaría? Quise atravesarlo. Iba deslizando entre mis dedos las cuentas negras de su rosario. Cuando llegué a la entrada del sendero, pensé: si mi madre estuviera aquí, en este momento, de mi brazo, me diría: ¡qué bien, hijo, vamos a atravesarlo, a ver donde lleva!

La primera callecita a la derecha, doblando una esquina amarilla de limones, se llega a un magnolio en flor. Luego hay un brazo de arena que surca la playa entre las quillas y costales humeantes de recientes faenas. Varias palmeras más, unas adelfas azules, una pequeña hilera sonrosada de melocotoneros, una encantadora viejecita que vende camarones, y el último tramo. ¿Adónde llevaría?

Madre, este último paso me habría gustado darlo contigo.

Acabo mi Rosario y atravieso el umbral azul del recodo: un banco de madera, unos niños cantando, y un pequeño parquecito de alhucema bravía, olorosa y claustral. Y al fondo del parquecito...una Iglesia!. Parroquia de nuestra Señora del Carmen.

***

Madre, tú te llamabas Carmen. Y mira, este camino llevaba a Nuestra Señora, a tu Madre del Cielo.

Aquel camino llevaba a tu Madre.

Días antes de morir, en tu cama, me pediste la madalla de la Virgen y rezaste conmigo un rato. Yo pasaba las cuentas del rosario de la abuela Juana y te miraba, y me decía al mirarte: pronto descubrirás adónde llevaba aquel sendero en flor.

Y cuando paso, a veces, aquel recodo fresco del camino, siento el perfume de magnolias y limones frescos de huerto de domingo, y pienso:

Este sendero me lleva a ti.



No hay comentarios:

Publicar un comentario