Los martes por la tarde comíamos juntos. Después de almorzar nos íbamos a dar un paseo por la avenida de palmeras, junto a la playa. Yo le preguntaba: ¿rezamos el Rosario? Ella se me cogía del brazo y paseábamos, y yo rezaba y ella contemplaba al mismo tiempo las barcas dormidas, la arena verde, las redes musgosas y sombrías, las aves plateadas y elegantes de la playa.
Al rato llegábamos al final del paseo, donde empezaba aquel camino de limoneros, magnolios y albaricoques. Y me preguntaba. ¿Adónde llevará este sendero?
Ya es tarde para atravesarlo, decía yo, y regresábamos. La acompañaba a la parada del autobús, y volvía al colegio.
Años después, cuando mi madre murió, volví a aquel sendero. ¿Adónde llevaría? Quise atravesarlo. Iba deslizando entre mis dedos las cuentas negras de su rosario. Cuando llegué a la entrada del sendero, pensé: si mi madre estuviera aquí, en este momento, de mi brazo, me diría: ¡qué bien, hijo, vamos a atravesarlo, a ver donde lleva!
La primera callecita a la derecha, doblando una esquina amarilla de limones, se llega a un magnolio en flor. Luego hay un brazo de arena que surca la playa entre las quillas y costales humeantes de recientes faenas. Varias palmeras más, unas adelfas azules, una pequeña hilera sonrosada de melocotoneros, una encantadora viejecita que vende camarones, y el último tramo. ¿Adónde llevaría?
Madre, este último paso me habría gustado darlo contigo.
Acabo mi Rosario y atravieso el umbral azul del recodo: un banco de madera, unos niños cantando, y un pequeño parquecito de alhucema bravía, olorosa y claustral. Y al fondo del parquecito...una Iglesia!. Parroquia de nuestra Señora del Carmen.
***
Madre, tú te llamabas Carmen. Y mira, este camino llevaba a Nuestra Señora, a tu Madre del Cielo.
Aquel camino llevaba a tu Madre.
Días antes de morir, en tu cama, me pediste la madalla de la Virgen y rezaste conmigo un rato. Yo pasaba las cuentas del rosario de la abuela Juana y te miraba, y me decía al mirarte: pronto descubrirás adónde llevaba aquel sendero en flor.
Y cuando paso, a veces, aquel recodo fresco del camino, siento el perfume de magnolias y limones frescos de huerto de domingo, y pienso:
Este sendero me lleva a ti.
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