martes, 25 de mayo de 2010

Cristo, Fundamento

Cristo es fundamento indestructible. Aquello que edifiquemos, que tenga en Él su cimiento. Aquello que caminemos, que tenga en Él su línea recta, su calzada perfecta. Que aquello que anhelemos construir se fundamente en Él, el Fundamento de todo.

Así todo proyecto se abre a su razón de ser. Encuentra posibilidades, suertes providenciales, cielos azules. Así toda misión descubre su propósito y sus necesidades. Así toda senda torcida adquiere norte y esperanza, y acierta el horizonte al que tender, como un navío a salvo de naufragios.

Pedirle que allane, a su manera, los caminos de nuestro perfeccionamiento. Complana viam tuam coram me (Sal 5, 9) . Es Él quien sabe qué luz tomar, en cada encrucijada. Tiene en su mano la vara de medir, y sabe, mejor que nuestra humanidad, la arquitectura correcta de la calzada perfecta de nuestra corrección, de nuestra reorientación, de nuestra perspectiva.

Unirnos a Él. Con penitencia, mortificaciones luminosas, secretas y escondidas, llenas de gozo. Preparadas por Él, dentro nuestra, en su ardiente Eucaristía cotidiana, principio de nuestra elección.

Nada podremos hacer sin tierra llana en la que dibujar caminos. Trazarlos, con nuestro trabajo sobrenatural, para mayor gloria suya, en un diseño místico, puro, de árbol maravilloso, no de los que caminan, como fantasmas de pecado, como almas huérfanas de bosque azul.

Quando fundamenta evertuntur, iustus quid facere valet? Cuando los fundamentos se destruyen, qué podrá hacer el justo? (Sal 10, 3). Unirnos a Él, identificarnos con Él, que viva en nosotros sólo Él. Y no perderemos el sustrato, caminaremos por la correcta vía del Camino, la que trazó en su centro, dejando a los lados la maleza y el veneno, la hierba venenosa y las pequeñas desviaciones hacia los abismos.

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