miércoles, 12 de mayo de 2010

Cristo, Fuerza


Impresiona que Aquel que es nuestra fuerza y como Dios todo lo puede, sea el mismo que se ofrece como Cordero.
Cristo es Pan de Fuertes. Se nos da a sí mismo como Pan de Fuertes para fortalecernos, para hacernos invulnerables, de forma que nada temamos.
Impresiona que para tener dentro la fortaleza que comunica el Fuerte, debamos potenciar nuestra propia debilidad, hacernos débiles, hacernos como niños.
Y es que, creyéndonos fuertes por nosotros mismos, somos débiles. Mas confiando en la fortaleza de aquel que es Fuerte, reconociendo nuestra poquedad, nuestra fragilidad, nuestro ser, a duras penas, nosotros mismos; confiando en la Fuerza de Aquel que se nos da como Pan de Fortaleza, somos fuertes, invulnerables, somos más nosotros que nunca. Porque sabemos quienes somos (hijos de Dios) y por quien somos, y por quien tenemos, somos fuertes en Él.
El miedo está relacionado íntimamente con la falta de fe (Mc 4, 37-41) Por qué tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe? Nos increpa el Señor. Y con la falta de identidad, que no es sino sentimiento de orfandad.

Descarga en el Señor tus temores, Él te sostendrá con su Pan, no permitirá que el justo vacile (Sal 55, 23) Pero hemos de ser justos, sobrenaturalmente justos. Justos a la manera del Fuerte, que se ofrece, se sacrifica, se da, se hace Cordero. Su justicia es hacerse Cordero, no tigre, ni león, ni fiera. Cordero que renuncia a su fuerza y no se resiste al Padre.

Renunciemos a nuestra fuerza. Guardemos nuestras fuerzas para Dios Todopoderoso, Uno y Trino.
Comencemos por las cosas más pequeñas, por lo poco, que es piedra de toque de la primera fortaleza. Por los detalles, que rompen la rutina. Con nuestra paciencia salvaremos nuestra alma (Lc 21, 19).

No guardemos nuestras fuerzas para nosotros mismos. No queramos asegurarnos. Si me des-aseguro de mí mismo, miro hacia lo alto,y dejo de mirarme; si miro al Sagrario y veo a Aquel cuya Fuerza es mi seguro, podré hallarme, descubrirme. Acceder a la verdadera fortaleza.
Guardemos nuestras fuerzas para recibir su Fuerza. El que ama su vida la pierde (Jn 12, 25). Amemos la Vida de Cristo, para guardar la nuestra.

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