domingo, 6 de junio de 2010

Cristo, Firmeza

No es suficiente ser siervo de Cristo.
Es preciso nos mostremos firmes en nuestra servidumbre. Firmes en nuestro servicio significa diligentes; mantengámonos a pie firme en la casa del Señor (Sal 132, 1) No seamos como los siervos que se acuestan a descansar tras servir a su Dueño, que se quiebran al peso de la cruz.

Cristo asentó mis pies sobre la roca (Sal 39, 3), que es su Cuerpo, la Iglesia. Manteniéndonos firmes en la Iglesia obedecemos al Señor, que manda a Moisés: Mantente firme aquí conmigo (Dt 5, 31) Nuestra fajadura no es humana, no es natural, no es aprendida de la carne. Pues es Cristo quien nos ciñe.

Mantengámonos a pie firme en la casa de Dios, no en cualquier lugar, como enseña San Jerónimo, sino en la casa de Dios, en los atrios de su casa (Sal 133, 1)

Manteneos firmes, ceñidos los lomos con la verdad nos dice el Apóstol en Efesios 6, 14.

Fijaos lo que dice. Ceñidos los lomos con la verdad. Cristo es la fajadura. Ciñe nuestros lomos con la verdad y nos lanza al combate, a soportar cualquier carga, como Atlas del Espíritu. Cualquier carga.

Sin la verdad que nos tensa y ciñe flaquearemos como siervos negligentes que no aman a su Señor.

Los cargadores de la cruz, en la Semana Santa, se ciñen los lomos con una fuerte fajadura para que no les quiebre el peso de la cruz. Nosotros nos ceñimos, en los atrios de la verdad, que es la Iglesia, los lomos con la Gracia de Cristo, en su Escritura, en su Tradición, por su Magisterio.

La verdad es fuerte faja que nos impide quebrarnos al peso del mundo.

Con la verdad nos mantenemos firmes. Con la verdad soportamos los trabajos, los esfuerzos del día a día. Con la verdad nos mantenemos firmes en la Iglesia Peregrinante.

Me ceñiste de fortaleza para la guerra (Sal 18, 40) Nuestra guerra es contra nuestra debilidad, contra nuestra concupiscencia, contra el maligno. Cristo nos sostiene para el combate espiritual, vestidos con la armadura de la justicia (Ef 6, 14) y tensos de reciedumbre sobrenatural. Cristo aprieta nuestra cintura y acrisola nuestros riñones, no nos quebremos al peso del mundo.

No es suficiente ser siervo de Cristo. Debemos ser siervos diligentes, siervos que no descansan y sólo viven para agradar a su Señor.
Mantengámonos, pues, firmes en los atrios de la Verdad, y cumplamos en nosotros la Voluntad del Padre, por el Espíritu de la verdad que ciñe nuestros lomos, cargadores de la Cruz, fajados de Cristo.

1 comentario:

  1. Me ha alegrado mucho lo que me dices en tu comentario. Prefiero responderte por e-mail.
    soy un desastre, no sé tu correo. envíame un correo a antoniojhs@gmail y te respondo.
    Antonio Sánchez

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