jueves, 3 de junio de 2010

Cristo, Oasis

Vivir en el mundo como en el desierto. Las siete nadas. Impregnarnos de su espíritu: nada, sólo Cristo y su Esposa. El espíritu del desierto es el espíritu de la nada del mundo.

Postuniano, tras acompañar a San Jerónimo en Belén durante siete meses, testifica en la obra de Sulpicio Severo (Diálogos I, 9):

Siempre se le encuentra dedicado a la lectura, siempre sumergido en los libros; no descansa ni de noche; constantemente lee o escribe.

Y se entrega día y noche a meditar en su ley (Sal 1, 2) El Paráclito presenta al justo entregado día y noche a la meditación de la ley.

No basta el deseo de cumplir la ley de Dios. Es necesario meditarla día y noche, leerla día y noche, gustarla día y noche, beberla día y noche, comerla en el oasis eucarístico, para tener su alimento de fuertes día y noche, en puro oasis interior.

Si meditamos día y noche la Palabra, la vivimos día y noche. Ya no vivimos el mundo, vivimos la Palabra. Estamos en el mundo trabajando, caminando, descansando, sufriendo disgustos, alegrías, sorpresas, tribulaciones; esperando, caminando hacia nuestro destino; esperando, caminando hacia nosotros mismos, un día más, una noche más, esperando y caminando con la Ley del Señor en nuestra mente.

Y lo mundano se hace nada. Y es arena la inquietud que pasa. Y vivimos en desierto puro, en un oasías atemporal e invulnerable en Cristo y su Esposa.

Que la meditación, memorización, gusto de la Escritura nos ayude a vivir en el mundo como en un desierto, en Cristo oasis, atemporal y eterno.

2 comentarios:

  1. Gracias por estas confidencias, me veo reflejado. Que Jesucristo sea siempre el centro de mi vida, el centro de la vida de mi familia, el centro de mi actividad, la razón de mi ser. Gracias por recordarme el oasis de la meditación, de la comunicació cercana y cálida con mi Señor.
    Enhorabuena.

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  2. Gracias a ti por leer conmigo y acompañarme en estas meditaciones, Antonio.
    Un abrazo en Cristo, desde María

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