jueves, 12 de enero de 2012

Palabras de Benedicto XVI sobre Anton Bruckner

Impresiona que la obra musical más imponente y sublime que se haya escrito la haya compuesto un hombre al que tomaban por tonto.

Impresiona que la ardiente fe católica de este músico, satirizado cruelmente por sus contemporáneos, haya sido la única causa creativa de un artista que pasaba más tiempo rezando que componiendo.

Se dice que el tiempo que le quedaba libre de su más absorbente ocupación lo dedicaba a la música. Y que esa tarea que le absorbía no era sino la oración devota, sencilla y humilde de un músico portentoso cuya espiritualidad comparaban despectivamente con la fe del carbonero.

A propósito de esta grandiosa obra que es la Novena Sinfonía leo unas palabras de Benedicto XVI sobre Anton Bruckner, a raíz de la escucha en el Vaticano del Te Deum y la :

El Papa dijo que escuchar la música de Bruckner es “como encontrarse dentro de una gran catedral, observando las imponentes estructuras de su arquitectura que nos envuelven, nos empujan hacia arriba y nos emocionan. "

Y continúa:

"Hay, además, un aspecto que está en la base de la producción de Bruckner, tanto sinfónica como sacra: su fe, sencilla, sólida y genuina, conservada durante toda la vida”. “El gran director de orquesta Bruno Walter, comparando a Bruckner con otro representante del romanticismo tardío decía: “Mahler estuvo siempre en busca de Dios, mientras Bruckner lo había encontrado”. Y la sinfonía que hemos escuchado tiene un título preciso: “Dem lieben Gott” (Al buen Dios), casi como si hubiera querido dedicar y confiar el fruto último y maduro de su arte a Aquel en quien había creído siempre, en aquellos momentos el único y verdadero interlocutor a quien dirigirse llegado al último tramo de su existencia”, añadió Benedicto XVI.

Bruckner pedía al buen Dios que le dejase entrar en su misterio (...) para alabar al Señor en el cielo como había hecho con su música en la tierra. “Te Deum laudamus, Te Deum confitemur”, esta grandiosa obra que hemos escuchado, escrita de un tirón y reelaborada durante 15 años, casi replanteándose cómo dar gracias y alabar mejor a Dios, sintetiza la fe de este gran músico. También es un llamamiento que nos atañe, para que abramos los horizontes y pensemos en la vida eterna, no para huir del presente, aunque esté jalonado de problemas y dificultades, sino más bien para vivirlo todavía más intensamente, llevando a la realidad en que vivimos un poco de luz, de esperanza y de amor”.(24 de octubre de 2011)

Hay una Sinfonía de Bruckner que me emociona de forma especial, y es la Cuarta. En el último movimiento hay una Coda, es decir, una Conclusión, con la que termina la Sinfonía, que es verdaderamente sobrecogedor.

He buscado algún video por You Tube de esta Coda, y sólo he encontrado la interpretada por Celibidache, un director que no me gusta nada y no recomiendo, por más que sea considerado "el más grande" por algunos, pero es la única versión concreta de la Coda que he podido hallar.

Vale la pena atender unos minutos a este sobrecogedor crescendo atravesado de sonoridades litúrgicas.


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