viernes, 6 de enero de 2012

Que la esperanza cristiana siempre mira hacias atrás, para lanzarnos hacia delante.

La virtud de la esperanza, infundida por Dios, se asienta sobre la potencia de la memoria.

La esperanza se alimenta del Santo Recuerdo de cuanto hizo y dijo nuestro Señor, del deseo de haber visto, tocado, escuchado al Divino Redentor en carne y hueso. Y se proyecta gozosamente hacia su Segunda Venida con ardor, nutrida por el Santo Memorial de su Sacrificio, y el cumplimiento de todas Sus promesas. Hacia ellas mira siempre la esperanza, con ojos sacramentales.

La esperanza siempre mira hacia atrás, a la Palabra pronunciada ya, de una vez para siempre, y de ella nutre viva el presente, y se lanza hacia el futuro. Recordamos cuanto hizo y cuanto dijo, y anhelamos verlo nosotros mismos, anhelamos su Vuelta, el Gran Evento de su Segunda Venida.

""¡A nosotros, cristianos tardíos, debe bastarnos la esperanza! Pero en lo que hace a la Faz de Cristo encarnado, a sus benditos Ojos, a su divina Boca que sólo se abre para proferir parábolas y alegorías, a su mano de Unigénito de Dios vivo que sanaba las llagas del cuerpo y del alma, a su inefable Corazón palpitante y a su entero Cuerpo de Cordero Místico que ha de ser sacrificado para el rescate de los que creen en Él; en lo que hace a todo eso, nuestra singular esperanza es, valga la palabra, retrospectiva, en el sentido de que anhelamos ver lo que hace veinte siglos vio un pueblo entero durante treinta años" (León Bloy, "En tinieblas, XXI.)

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