miércoles, 18 de enero de 2012

Sólo importa la confianza

No importa el mal que padezcamos tanto como la falta de confianza en Quien nos lo ha de curar.

A menudo basamos nuestra vida cristiana en una espantosa convicción: que no llegaremos a ser santos.

Y nos acomodamos a ella, y rezamos por si acaso, o para cuando cambiemos de certidumbre.

Es una forma carnal de vida cristiana. Es falta de confianza en Quien nos puede santificar y lo hará, si nos determinamos a dejarle hacerlo.

Y así realizamos obras de apostolado, reuniones, veladas, catequesis... como queriendo pero sin querer de verdad,

porque asumimos que no seremos capaces de sudar sangre, de someternos a los suplicios del Testimonio, de macerar nuestra carne como la maceraron los santos. Somos menos que ellos, nos autoengañamos minusvalorando la Gracia y sobrevalorando el mal.

No queremos creer que somos capaces por Gracia de hacer y padecer todo aquello que Dios nos mande, sea lo que sea, y cueste lo que cueste.

Así pensamos, y así morimos a la Gracia, poco a poco, en proporción creciente de tibieza.

¡Despertemos de la intoxicación de la desconfianza, que nos vuelve tan horrorosamente mediocres!

Dejemos de decir: qué difícil es esto y lo otro en la vida cristiana.

¡Todo lo podemos!

La Gracia es poder de Dios.

No importa el mal que padezcamos,

sólo importa la confianza.

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