sábado, 14 de enero de 2012

Sobre la falsa salud del Vacío

Miedo al vacío. Horror vacui. Mérito de Aristóteles es descubrir el espanto al vacío. El nihilismo que culmina en Descartes ridiculizó el horror vacui para glorificar la Nada. Nietzche concibe la moral como un vacío que rellenar con valores. Transmutar los valores es ocupar la nada con nuevas valoraciones, vaciarla de Divinidad y rellenarla de sobrehumanidad.

En filosofía natural, el axioma griego «La Naturaleza aborrece el vacío», fue despreciado por la ciencia irracionalista, cuyo exponente es la visión jansenista y protestante en general de la razón, como ocurre en Pascal.

El vacío es la Nada, es decir, el Mal. Pues el mal es una ausencia. La ausencia de Bien, como definió Santo Tomás de Aquino. Es efecto del pecado hundirnos en el determinismo de la nada. "Nada pesa tanto como la Nada" afirma León Bloy. Por el pecado, "Dios se retira", dice Bloy,

y queda el vacío, el mal.

Los demonios sienten fascinación por el vacío, por el mal. Acuden a Él como moscas a la putrefacción. Nada más apetecible para las potestades del mal que los vacíos mentales provocados por técnicas de meditación. Si al vacío mental se le suma el binestar físico, el éxito está garantizado. Se atrapa al alma por la falsa sensación de bien-estar. Las imágenes espantosas de los dioses hinduístas están sonrientes, a gusto, aparentemente felices. El bienestar físico artificialmente provocado por los demonios yóguicos es la antesala de la perdición.

Mérito carismático de Bloy es haberse percatado de la alianza tenebrosa que existe entre el Maligno y los agentes patógenos, las enfermedades en general, que son efecto del pecado, como cataclismo cósmico. El maligno puede llamar a sus aliados y ordenarles la retirada. Origina una sensación aparente y espectral de pseudo-salud, por la que engancha el alma y la vacía de su anhelo de auténtica salud, de su deseo de ver a Dios Sanador, el Salvador, el Único que es Medicina Verdadera por sus acciones terapéuticas, --es decir, por los sacramentos.

El grandísimo músico Nicolás Gombert (retratado en la imagen que encabeza este post) siente tal horror al vacío, que satura sus composiciones de forma que ningún hueco quede para el mal. Es una polifonía densa y quintaesenciada, donde ningún silencio se hace aliado del mal. Y se dedica a cantar la belleza del bien y la tribulación de la nada

4 comentarios:

  1. Amigo:

    bonita, es decir, hermosa y honda reflexión. Me ha gustado la categoría "vacío" y "ausencia" para explicar el mal.

    Tan sólo paso por aquí, leo fugazmente y, sobre todo, le mando un fuerte abrazo

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    1. Amigo mío, gracias por sus palabras y por su lectura fugaz.

      Creo que es importante eso que dice Bloy de que el auténtico mal es la Ausencia de Cristo: Dios se retira,

      Cristo se convierte en el Ausente,

      y los demonios acuden a ese vacío. El mal es una ausencia, la Ausencia de Cristo.

      Un fuerte abrazo

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  2. Creo que estás muy acertado, Alonso. A nivel de experiencia vital, y por mi propia experiencia antes de ocnvertirme, el que está alejado de Dios experimenta de mil formas eso que llega a confundir con la nada, y se dice a sí mismo: "no hay Dios". Pero, en verdad, no es la nada lo que experimenta, sino la ausencia. La ausencias de Dios.

    A mí, en el proceso que me movió a la conversión, el Señor me dio la gracia de dejar de confundir la nada con la ausencia. Fue cuando murió mi padre, cuando sentí esa falta de su presencia en mi vida. Y me di cuenta de que aquella experiencia de la ausencia de mi padre era análoga a la experiencia de la falta de Dios: no era la nada, sino Su ausencia, lo que yo venía experimentando. No dije ya: "no hay Dios", sino "me falta Dios". Porque ese supuesto "vacío" que había en mi vida tenía la forma de su bondad, de su bien, de su belleza, y tenia el tamaño de su infinitud. Nada podía llenarlo, nada podía simular taparlo, pues nada había del tamaño de Dios, ni tenía la forma de su verdad, de su bondad y de su belleza. Ni siquiera el amor humano podía rellenarlo.

    Por eso no nos conformamos con el vacío, porque no es vacío sino ausencia. Y llegamos a creer que Dios no existe, pero anhelamos todo lo que Él es, todo lo que hacía ese Dios vivo y verdadero al que un día tuvimos en el corazón, de niños, cuando nos bautizaron.

    Un abrazo y muchas bendiciones

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    1. Longinos,

      tu comentario me emociona, y especialmente lo que dices de tu buen padre.

      Efectivamente, no es talmente el vacío, sino la Ausencia, esa terrible Ausencia de Cristo... me sobrecoge lo que dices, porque conozco su continuación: la alegría de la vuelta a Casa,

      el goce del Encuentro con Cristo, y cómo nuestro Señor pasa de Ausente a Presente, y cómo entra en nuestra vida y se queda ya para siempre, casi sin pedir permiso...

      En fin, en el corazón se quedará tanto gozo indescriptible, la biblioteca de la Gracia descubierta donde antes no había sino libros huecos y vacíos, y hastío suscitado por Dios para el más alto Encuentro... como si el destino se transfigurase en Providencia de la noche a la mañana...

      Aunque no la encontraras, la Medalla la encontraste con creces, grabada en el alma por la Gracia, "del tamaño de su infinitud"...

      Un fuerte abrazo y gracias.

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