jueves, 26 de enero de 2012

De nadas y desiertos y cantos de alabanza

Habitan los demonios donde no hay árboles ni plantas. Su empeño es que no florezca ni arraigue nada. Moran a gusto en las soledades del desierto, como pensaban los antiguos.

En la literatura, el desierto es enemigo y su paisaje es campo de heroísmo. Frodo sufre la opresión del camino tenebroso hacia Mordor, en que la aridez aumenta y con ella sus tentaciones, que llegan a oprimirle tanto que no puede caminar sin la ayuda de su amigo Sam.

Saint-Exupéry, el aviador y escritor autor de El principito, se estrelló con su avión en el desierto del Sáhara. Tanto él como su ayudante, que también sobrevivió, padecieron alucinaciones visuales y auditivas. Como contrapartida, el pequeño príncipe y su rosa nacieron allí, con sus dibujos de heroísmo natural. Lástima de vida truncada. Se quedó a las puertas de la conversión, que sepamos. Leyendo su obra inconclusa Ciudadela contemplamos a Dios llamando a la puerta del escritor para que le abra y conformar su oasis. Porque para Dios no hay imposibles, y el conocimiento natural prepara para su Gracia. En Ciudadela la victoria sobre el desierto es el comiezo del orden tan ansiadamente buscado.

El canto de los poemas postreros de Friedrich Nietzsche es uno sólo: ¡Avanza el desierto! Es el tenebroso júbilo nihilista que confirma el avance de la nada.

Derrotar al desierto. Vencer sus tentaciones. Tras esto empezó el Señor su vida pública. A esto se dedican ermitaños y cenobitas.
Cristo vence al desierto, porque es el Agua de Vida. Los cristianos cecen como cedros del Líbano, canta el salmista.

San Antonio Abad
se hizo maestro en descubrir engaños diabólicos. A él acudían desde muy lejos para aprender ciencia contra el Maligno. Con tanto afán de victoria, que derribaron la muralla que se había construído en las montañas de Pispir para aislarse del mundo y poder verlo y escucharle.
Al espantoso desierto de Nitria se retiró San Ammón. Cinco mil discípulos llegó a tener en aquel horripilante valle de nitro. En el centro del valle de tierra los monjes cantaban en hileras de celdas de penitencia, y todo el desierto cantaba estremeciendo la nada y colmándola de Cristo.

Paladio
, que asistió a aquella Liturgia de soledades, creía estar arrebatado en el paraíso.

San Atanasio
comenta igualmente el fervor que suscitaba el canto de las montañas de Pispir, cuando los monjes entonaban "como coros celestiales que cantaban las alabanzas divinas".

Aquel desierto litúrgico era un anticipo del Cielo.

2 comentarios:

  1. CERCANO ALONSO.

    ME HA ENCANTADO ESTE POST.
    EL DESIERTO ES UN TEMA QUE ME AYUDA A VER TAMBIÉN MI DEBILIDAD, IGUAL QUE EL PUEBLO DE ISRAEL ES CONDUCIDO AL DESIERTO PARA CONOCER SU CORAZÓN.

    ANIMO¡¡¡

    ResponderEliminar
  2. Cercano Cornelio:

    Me alegra mucho te haya servido el post. El tema del desierto me atrae mucho a mí también. Allí el Señor nos acrisola y pone a prueba.

    Un abrazo en Cristo y ánimo

    ResponderEliminar